XAVI NARRO – RODAMON – 159 DIES: 13281Km

Hoi An, Quang Nam, Vietnam; 3 de enero de 2013

 Amigos, amigas: primero, espero que hayáis pasado unas felices fiestas y que el año 2013 os salga todo rodado. En cuanto a mí, la verdad es que no he rodado mucho desde la última vez que escribí. En cuanto llegué a Hanói aparqué la bici y he estado disfrutando de unas vacaciones en Vietnam apartado de la carretera. Es mi regalo de navidad, espero que lo entendáis. De todas formas, tengo mucho que contaros. Como recordaréis, hace dos semanas me encontraba de nuevo solo en Kunming, la capital de la provincia china de Yunnan, esperando que el consulado vietnamita me devolviera mi pasaporte. Entre este trámite y el de extensión del visado chino en Lanzhou, había perdido muchos días y era imposible que llegara a Hanói el 23 de diciembre, día en que aterrizaba Cris para que pasáramos las fiestas juntos.

Así pues, no me quedaba más remedio que llegar a la frontera en tres días y desde allí coger un tren hasta la capital vietnamita, prometiéndome a mí mismo que cuando Cris regresara a Barcelona haría el recorrido inverso en otro tren para rehacer el camino en bici. Una estupidez, lo sé, pero no me apetece acabar este viaje pensando que he hecho demasiadas “trampas”.Las tres jornadas desde Kunming hasta la frontera fueron muy interesantes. Crucé el trópico de Cáncer y efectivamente el paisaje y el clima se volvieron aún más tropicales. En los alrededores de Shilin pude admirar el Bosque de Piedra que pertenece a la región de los Karst de China Meridional, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: altas columnas de roca caliza se alzaban entre las coníferas como troncos de árboles petrificados. Más adelante me adentré en tierras de cultivo de plátano, donde las empinadas montañas estaban cubiertas de esta plantación y de los campesinos que acarreaban los frutos con la espalda doblada por el peso.

 

A pesar de que Kunming se halla a casi 2.000 metros sobre el mar y Hekou, el paso fronterizo hacia Vietnam, a solo 200, durante los dos primeros días y la mitad del segundo bajé tanto como subí. La irregularidad del terreno parecía haberse conjurado con un feroz viento de cara para imposibilitarme la llegada a mi cita a tiempo. Por supuesto, no estoy tan loco como para creerme este delirio, pero es inevitable pensar en todo tipo de ilusiones cuando te pasas siete u ocho horas diarias sobre la bici dando cada pedaleada con un gran esfuerzo. Por fin, la tarde del día 22 llegó la bajada; pero la carretera que se retorcía por la ladera del precipicio hacia el río Yuanjiang era tan empinada que casi no pude soltar los frenos. De todas formas, llegué a la frontera enseguida (había recorrido más de 150 km antes de las 16 h) y crucé a Lao Cai, en el lado vietnamita, sin perder más tiempo en China. Había pasado casi dos meses en el gigante asiático y tenía ganas de cambio.

 

Atrás quedaban el hielo y la nieve de Xinjiang, las cimas celestiales de Gansu, el Mar de Bambú de Sichuán, las agotadoras colinas de pino de Yunnan… A pesar de los tesoros que se me revelaban en cada rincón de los mil países que constituyen lo que conocemos como China, la travesía ha sido muy, muy dura. Creo que a partir de ahora, cada vez que duerma en una cama cálida recordaré lo afortunado que soy por no estar congelándome en el paso subterráneo de una autopista del Gobi. Y bien, una vez en Vietnam pude coger el primer tren hacia Hanói y llegué el día 23, como estaba previsto, para darme cuenta de inmediato de lo aislado que había estado del resto del mundo durante tanto tiempo: saludé con gran entusiasmo a los primeros occidentales que vi y me respondieron con caras extrañadas. Cuando vi al segundo grupo de guiris, y al tercero, empecé a entender que en Vietnam yo seré un turista más, no un viajero exótico con el cual los paisanos quieren hacerse fotos.

Con Cris hemos intentado conocer el país sin sentirnos parte del rebaño. Es difícil, porque Vietnam está completamente saturado por los circuitos turísticos organizados por agencias de todo el mundo; pero con un poco de información y paciencia para llegar a lugares remotos se puede visitar un lugar fascinante sin tener que integrarse en la masa. A veces se consigue, como cuando nos hemos perdido por barrios periféricos de Hanói o cuando hemos alcanzado la riba del lago Thác Bà en medio de la jungla; otras es más difícil, como cuando visitamos en barco los miles de islotes de la bahía de Ha Long, o cuando paseamos por las históricas calles de Hoi An, ambos destinos inscritos como Patrimonio de la Humanidad en la lista de la UNESCO.

 

También tengo que mencionar el fantástico día de Navidad que nos ofrecieron Guim y su familia. El menú, centrado en la típica escudella catalana, me transportó de golpe a casa para ayudarme a olvidar que eran las primeras fiestas que pasaba alejado de mi familia. Guim es un tipo fenomenal y todo ciclista que pase por Hanói hará bien en dejarse caer por The Hanoi Bicycle Collective, su tienda-taller-cafetería-club social en el norte de la ciudad. En cuanto al Año Nuevo, lo recibimos en compañía de los hermanos Marshall, que por fin habían llegado a Vietnam. En este país esta fecha no se celebra demasiado, así que substituimos las campanadas por el reloj del móvil y las uvas por tragos de cerveza Tiger.

Ahora me queda disfrutar de una semana más de vacaciones “normales” y a partir del día 11 toca arrancar de nuevo. Os prometo que habrá novedades: un paisaje exuberante, un buen puñado de culturas distintas y un nuevo “rodamón” que me acompañará durante un mes hasta Singapur. No os lo perdáis, porque… ¡seguimos rodando, fins aviat!

 

 Xavi Narro ha trabajado como guionista en Barcelona TV, Mediapro y, hasta junio, en el programa “APM?” de TV3.

Pedaleará unos 40.000 km por cinco continentes durante 15 meses.

De momento ha recorrido la distancia entre Barcelona y Hanói, 13.281 km, en 159 días.

También podéis seguir su viaje en:

www.rodamon.tv

http://www.facebook.com/rodamon.tv

@Rodamontv

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