@dealvarosanz La felicidad se podría medir en pasos.

Nunca había sentido tanto dolor al caminar, tanto frío en mis manos (tengo los dedos llenos de ampollas) ni tanta dificultad por respirar. Pero tengo la suerte de haberlo vivido con los mejores compañeros de expedición que podía haber tenido en esta #expediciontoubkal. Alcanzamos los 4000 metros con una sensación térmica de -24°C y vientos de 60km/h. Ayer, fuimos los únicos que salimos del refugio para tocar la cima. Fueron a penas 6 minutos en lo más alto, pero suficientes para sentir el valor y el compañerismo en forma de abrazos y lágrimas de hielo que a más de uno le ha dejado cicatrices en los ojos. Marruecos, nunca dejas de sorprenderme.

Pasamos la última arista donde nos protegimos todos contra las rocas. Ahí descubrí que por alguna razón no llevaba el guante en la mano derecha. De repente vi la cima. Y dejé que mis compañeros pasaran. No podía escuchar nada con el viento y la cantidad de capas que cubrían mi cabeza. Me tiré al suelo de rodillas y grité con @montsecapdevila_ para entenderme pidiendo que hiciéramos un cambio de óptica. Todo se empañó y los cristales de nuestras lentes tenían una capa de hielo. Rasqué con las uñas y disparé a ciegas. Mis gafas estaban empañadas. Rompí a llorar, de agotamiento, de felicidad, de orgullo. Rompí a llorar y mi cabeza pensó que se me iban a congelar las lágrimas y me contuve. Caminé hasta la cima con la única necesidad vital de abrazar a cada una de las siluetas que ves en la imagen. Porque cada una de estas formas que para ti, quizás, no tengan importancia, para mi son mis compañeros de aventura, las personas a las que puedo distinguir por el color de su gorro, de sus botas, su mochila o su forma de caminar. Las personas que subieron conmigo al Toubkal en la mañana del 11 de febrero no las olvidaré nunca. Vuelvo a casa con la impotencia de no haber podido retratar esta expedición como hubiera querido, pero con muchas lecciones aprendidas.