Pedaleando por los fiordos – by Naila Jornet – 2ª parte

La semana que estuvimos pedaleando no tuvimos mucha suerte con la meteorología así que decidimos ir modificando la ruta según nos despertáramos y viéramos el día. Como no pudimos subir al Romsdalen decidimos ir dirección al fiordo Gerainjer, que según unos amigos noruegos es sin duda el más bonito. Cuando llegamos allí no podíamos dejar de hacer fotos, pese a que se estaba haciendo de noche. De allí nos alejamos de los fiordos para ir en búsqueda del lago más profundo de Europa, con más de 400 metros de profundidad, lo equivalente al Empire States sobre una pirámide egipcia. Seguimos con nuestras aventuras, pedaleando, riendo, comiendo con las piquetas de la tienda pues no habíamos pensado en traernos cubiertos, platos u otros utensilios de cocina a parte del jetboil. Y llegamos hasta Nordfijorden en pleno diluvio universal.

Decidimos ir a dormir a un camping para poder dejar las bicis aparcadas y ir a dar una vuelta por el pueblo puesto que, aunque vimos a un par de valientes con bicicleta, esa lluvia era demasiado para nuestra cabeza sureña. Una cosa que nos sorprendió en Noruega es que se puede acampar en cualquier sitio mientras estés a más de 150 metros de una casa. El primer día no lo creímos, pero después de una semana acampando al lado de los campos de fútbol nadie nos había dicho nada.

El penúltimo día, el sol, el verdadero sol, que sólo había sacado la nariz los otros días, decidió aparecer con todo su resplandor y regalarnos sin duda el mejor día del viaje. Desde Nordfjord nos internamos hacia Jostedalsbeen, el glaciar más grande de Noruega. Los lagos de un azul turquesa reflejaban el verde de las montañas que subían empinadas directas desde el agua. Dejamos todo en el camping y por la tarde no pudimos estarnos de subir a la cima que había al lado para ver por primera vez los fiordos desde un poco de altura. Y desde allí Noruega tampoco nos decepcionó, al contrario, con sol y un día perfecto pudimos finalmente ver porqué la gente se enamora de ese país.

Cuando volvíamos hacia Oslo Mireia y yo hablábamos de cuando volveríamos, ella con las niñas, a lo mejor, para disfrutar en familia de esos paisajes, en verano para ir a correr, o a escalar, que según nos dijeron no es la caliza a la que estamos acostumbrados aquí, pero tiene su encanto, o en invierno para poder quitarnos los esquís en la playa. No se cuando será, pero seguro que nos volveremos a ver Noruega!

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