Cada generación tiene una mitología, cada milenio un día del juicio final. Cada leyenda lleva el nudo de la distorsión hasta que el orador se funde en la búsqueda de la verdad. El artista es un ser sometido, sometido a mensajes misteriosos, imprevisibles, que en ausencia de creencia religiosa deberíamos calificar de intuiciones. Mensajes que pueden entrañar la destrucción de una obra entera para emprender una nueva dirección o perdernos sin esperanza de un rumbo o de un proyecto.
La primavera se resiste a enseñarnos el sol y las nubes, el aliento de la jungla, juega con el valle escondiendo caprichosas las cimas blancas. Tierra fría y aspera, tierra de yaks y Lamas, tierra de nómadas. Solo una tierra color de tierra que gana cada año un cálido mordisco a los glaciares, cuando el frío sube hacia arriba, por encima del cielo azul. Tierra color de tierra y montañas color de nieve.
Mi alma es esta piedra, navego sus costas en la gélida noche preñada de estrellas. Olor a viejos barcos y a sudor de yak en cada arruga de la faz de su geografía. Abruptos y clandestinos son los atajos que llevan a contemplar los estratos de esa pared titánica, cada una de las paginas de la historia de nuestro planeta escritas en las arenas del fondo del mar de Tetis, cada una de las paginas del gran alpinismo escritas en cada roca. Mi alma es esta piedra, espejo de un mar ancestral donde sobran todas y cada una las palabras de la cultura.
Evita la desmesura de esta pared si antes no has ejercido la visionaria profesión de naufrago. Aprendices de brujo que permutamos colores por sonidos, intervalos de espacio por distancias de tiempo, sin hacer caso alguno de los mercaderes, solo escuchando a los harapientos taumaturgos, olvidando hasta nuestros convenios de clan y por fin sumidos en la ilegalidad de las verdades, aprendiendo a vivir al borde de la vida. Solo somos nuestra pasión, nuestra transitoria libertad. Nadie sera capaz de disuadir al que prefiere equivocarse solo, al que aprende a vivir al borde de la vida.
Y si, si podrán acusarnos de haber deseado, de haber paseado entre gigantes escombros plagados de belleza, de paredes que perpetúan su rango de paredes, de piedras que repelen otras piedras innobles, dejando humilde y piadosamente que las escalemos, que nos superemos a nosotros mismos, destruyéndonos y rehaciéndonos a la vez.
Porque al final esto es la mermelada en la lengua bifida que se extiende al final de la serpiente del deseo y quizás una pizca del delirio de Don Quijote esperando la embestida de los gigantes.