El Segltinden y el tendón de Aquiles
Nos movemos al fiordo del Kjerk. Para moverte por estas Islas tienes que tirar de ferry. En el último trayecto que hicimos ya nos llamó la atención el espolón oeste del Segltinden. Volvemos a pasar por debajo de este monolito y de su filo proyectado al oeste. Un espectáculo con vistas vertiginosas y atractivas a la vez.
Por la tarde acampamos sobre las turberas de este fiordo con la intención de descansar. Pero ese espolón afilado no nos deja estar en paz ni a mi ni a Gerbé. Así que salimos en cordada a por él. Como se trata de una cara noroeste por la noche el sol toca en esta orientación y hay que aprovecharlo. Aquí, durante estos meses de verano no se hace nunca de noche. Una hora de aproximación bien empinada nos sitúa a pié de esta especie de tendón de Aquiles. Maravillados, empezamos a escalar. Las sensaciones se vuelven endorfínicas. Hemos nacido para eso.. nuestro elemento está aquí.
La pared resulta más difícil de lo que parece, fisuras difíciles de escalar y 400 metros de muro con un patio con vistas privilegiadas al fiordo. Todo un regalo para nuestros compañeros que nos observan inquietos desde la tienda, 600 metros más abajo.
Un dülfer de 6c abierto a vista y unas chimeneas de lo más tétrico y complejas de asegurar nos dejan en las proximidades de la cima donde la niebla nos envuelve. Llegamos a la cima y el descenso se complicaría por la nieve y la humedad. Descenderíamos con piedras en la mano para clavarnos sobre la nieve. Precipicio a lado y lado. Algo con lo que no contábamos en esta época del año. Un accidente en el descenso nos hará volver a casa y parar la actividad en esta zona. Por suerte sin consecuencias graves, volveremos a visitar estas regiones árticas para empaparnos de su elegancia.
Abierta al rotpunkt en 3 horas con una dificultad máxima de 6c.
