Incluso después de 5 años subiendo a Val Thorens por el puente de la purísima, no sabes que esperar, ya que es muy temprano en la temporada y no se sabe como va a estar de nieve. Los últimos 5 años hemos tenido casi de todo, desde nieve nueva cada día a llevar un mes sin nevar y solo nieve artificial en las pistas.
Este año tuvimos mucha suerte y ya algunos días antes estábamos muy pendientes de los partes de nieve. Si todo lo que iban diciendo pasaba, deberíamos tener más de 1,4m de nieve nueva. Llegamos el viernes por la tarde y la carretera ya estaba blanca por las nevadas de los días anteriores. Desempaquetamos todo y nos fuimos a dormir. Nos despertamos con una fuerte nevada, y se suponía que debía ser así todo el día. Había visibilidad limitada y era difícil esquiar, no se podían ver los baches y hacía mucho frío.
De alguna manera logramos hacer algunas pistas y algunas líneas fuera de pista. El día siguiente fue más o menos igual. Contra todo pronóstico, el lunes nos despertamos con un cielo azul y un sol potente. Hacía mucho frío pero sol, cosa que siempre se agradece. Saltamos de la cama e hicimos un buen desayuno ya que sabíamos que iba a ser un día muy largo. Todo era blanco, desde las calles del pueblo hasta la Aguille de Peclet (3561m), nunca habíamos visto tanta nieve allí.
Esquiamos hasta que nos cerraron, fue uno de los mejores días de esquí de mi vida. Había nieve polvo en toda la estación y con el frió que hacía era muy seca, íbamos flotando en cada bajada!! Esa noche volvió a nevar, por lo que, al día siguiente las líneas del día anterior ya estaban cubiertas de nieve polvo otra vez. Es cierto que como fue la primera gran nevada del año, no había una gran base debajo y tenemos que decir que los esquís se llevaron un par de buenas ralladas, pero mereció la pena, lo disfrutamos como niños. Cada bajada podíamos estrenar nuevas líneas así que no pasa nada por rallar un poco los esquís.
POL TARRES