Bici y kayak en Islandia

A las 21h desembarco del avión que me ha traído desde Barcelona hasta Madrid, allí me esperan Hilo y Javi, ambos con un extenso currículo que da envidia. A Hilo hace tiempo que lo conozco, pero las horas que nos hemos visto en persona no llegan a la decena. Y a Javi solo lo conozco de hablar por mensajes del móvil.

En un rato subimos a otro avión con destino a Keflavik, Islandia, para realizar una ruta insólita, cruzar uno de los Sandurs más grandes que existen. ¿Pero que es un Sandur? Contado de una manera rápida, se podría decir que es una playa creada por sedimentos de origen glacial y de roca volcánica. Es evidente que estas condiciones se dan en muy pocos sitios del planeta, Islandia, Islas Svalbard, Alaska… Para que nos hagamos una idea del Sandur que queríamos cruzar, está en la costa central del sur de Islandia. Estamos hablando de una playa ininterrumpida de 210 km de largo y hasta 30 km de ancho en la zona central. Esta playa está situada entre las localidades de Hofn y Vik.

Para los que no estén familiarizados con Islandia, comentar que hoy por hoy, es un destino turístico muy visitado durante todo el año, por mucho viento, lluvia y frio que haga. La zona sur, donde se encuentra el Sandur que queríamos cruzar, es una de las zonas más masificadas de la isla, pero el Sandur en si es tan inaccesible que aun estando a muy pocos quilómetros de la zona más concurrida de Islandia, su aislamiento es similar al de las zonas más interiores y remotas de la isla.

Esta extensión tan basta no es una playa de arena continua. Gran parte de esta superficie está encharcada de agua que proviene de los glaciares, barros de sedimentos que parecen no tener fondo y algo de vegetación, vamos lo que serían unas marismas en toda regla. Este tipo de terreno es impracticable con una bicicleta con lo que el camino más fácil es la primera línea de playa que puede variar de 30 metros a casi un quilómetro desde donde rompen las olas del Océano Atlántico. Las marismas del Sandur están constantemente alimentadas por las aguas de los glaciales cercanos y el destino de toda esta agua es el océano, con lo cual, las playas del Sandur se ven interrumpida cada cierto tiempo por desembocaduras de agua que conecta el agua de las marismas con el mar creando pequeños ríos que se pueden cruzar andando en la mejor de las ocasiones y ríos más grandes, de más de 500 m de ancho, que deben cruzarse con algún tipo de embarcación, en nuestro caso, con el kayak hinchable. Los ingredientes de una buena aventura ya están servidos. Un lugar inhóspito por donde salir a pasear con un par de colegas.

Un par de días después de nuestro encuentro en la T4 de Barajas, empezamos nuestra aventura en Hofn. Con un equipo pesado compuesto de una fat bike, un packraft con los remos, el chaleco y drysuit, material para dormir, tienda, esterilla y saco de dormir, y 7 kg de comida por persona, a kilo por día. Y una infinidad de cachivaches innumerables.

Los primeros quilómetros fueron de toma de contacto y hasta cierto punto algo desilusionantes… pedalear costaba más de lo esperado… pero poco a poco uno se va acostumbrando al esfuerzo, aprende a leer los tipos de arena que son más benevolentes o más traidores, aun que a menudo el aprendizaje acumulado se va al garete sin previo aviso y se entra en tramos imposibles de pedalear, al igual que también pasa a la contra, de repente parce que la arena se convierte en el mejor de los pavimentos y la velocidad de la bici aumenta con un esfuerzo mínimo. Escoger la presión adecuada de los neumáticos es básico, y los primeros días uno va probando un poco de más o un poco de menos hasta encontrar un equilibrio que permita un buen avance en cualquier tipo de terreno, aunque a veces sea imposible y acabes empujando la bici un rato.

Los primeros cruces de ríos también nos permiten empezar a tomar las dinámicas de como carga la bici y el equipaje en el packraft y hacerlo de tal manera que perdamos el mínimo de tiempo ya que es una maniobra que consume mucho tiempo, teniendo en cuenta que una vez cruzado el rio hay que deshacer la maniobra, plegar el packraft, montar la bici y cargar el equipaje en ella. Al final esta transición la acabamos realizando de forma casi automática ya que acabamos cruzando una media de 5 ríos cada día. Pero el tiempo es muy cambiante en las costas de Islandia, en un mismo día puedes pasar del cálido sol sin vento, a lluvia y vientos casi huracanados que levantan una arena azotadora e incómoda. En este último caso, la incomodidad de las inclemencias te vuelve torpe y lento, y se suma la posibilidad que el viento se lleve volando el packraft o alguna otra cosa del equipaje que se manipula durante las transiciones bici/kayak.

Durante 7 jornadas avanzamos una media de 30 km al día, a veces tardábamos 6 horas y otras veces 8. Esto ya indica que el Sandur no es un terreno ágil donde rodar. Solo montamos las tiendas en dos ocasiones, el resto de noches las pasamos en unos refugios que salvamento marítimo tiene distribuidos a lo largo de toda la costa, así en el caso de que un barco embarranque en las playas del Sandur, tenga un refugio donde cobijarse. Estos refugios son una herencia de tiempos pasados. Hoy en día, con las comunicaciones y los seguimientos marítimos que existen hace que estos refugios ya no sean tan importantes. Hasta el punto que algunos de ellos se los han tragado la arena o algún temporal de olas. Pero los que existen son como auténticos museos del pasado donde el tiempo ha quedado congelado.

Allí pudimos encontrar latas de conserva del año 1964 por abrir, o ropa y calzado para estrenar que parecía tener 100 años… en uno de estos refugios encontramos una lista que enumeraba las embarcaciones que habían embarrancado en las costas del Sandur, el primero de la lista de 17 navíos fue en 1838, y el último en 1925… Se te ponen los pelos de punta solo de pensar lo que puede significar embarrancar en estas playas en plena tormenta… Nos cruzamos con los restos de tres de estos barcos, hoy en día a casi un quilómetro de distancia de donde rompen las olas. Ha crecido mucho la playa desde entonces.

 

En esta ruta hubo dos cosas que me sorprendieron. Uno asume que este tipo de viajes tienen un alto grado de penurias, exigencia física, incomodidades climatológicas, etc.… pero también esperamos grandes gratificaciones, descubrir nuevos paisajes, nuevos compañeros de aventura, etc… pero la primera cosa que me sorprendió fue la fauna que encontramos por el camino. No tardamos en conocer las colonias de charranes, aves de costa que intimidan con vuelo rasante a todos aquellos que se acercan a sus lugares de nidificación… la playa… con la consecuencia de tener que estar esquivando pájaros durante algún buen rato mientras pedaleábamos… por suerte esto se dio en pocas ocasiones.

Las siguientes en entrar en acción fueron las focas. No había contemplado la posibilidad de cruzarnos con ellas. Normalmente las encontrábamos en las orillas de los ríos descansado a pocos metros de su desembocadura con el océano. Su curiosidad hacía que nos escoltaran al cruzar los ríos asomando la cabeza a pocos metros y esfumándose a la velocidad del rayo al mínimo movimiento que las asustara.

Los frailecillos son unos pájaros muy simpáticos, parecen los primos voladores de los pingüinos por su parecido. Una de las noches la pasamos en un refugio en lo alto de un peñón aislado llamado Ingólfshöfði, donde habitaba una gran colonia de frailecillos. Poder observarlos a poca distancia y ver su gracioso vuelo sin prisas, fue un regalo.

Poder ver a ballenas jorobadas alimentarse a muy pocos metros de nosotros, casi donde rompían las olas, fue algo que tampoco había contemplado. La majestuosidad de un animal tan grande sobre saliendo del agua con la boca abierta mientras engulle un pequeño banco de peces, es casi hipnótico. Por otro lado, también nos cruzamos con un par de ejemplares muertos en la playa… Esperando que la naturaleza siguiera con su ciclo. Los zorros árticos también fueron una grata sorpresa, animales escurridizos que de no haber sido por el viento en contra nunca les hubiéramos sorprendido.

La segunda cosa que me sorprendió fue mucho menos gratificante. Al poco que nos alejábamos de la civilización, la playa nos mostró una realidad difícil de digerir y muy vergonzosa. La cantidad de basura que se acumula en las playas remotas de Islandia. Desde boyas de pesca de todos los tamaños, redes, cajas, botellas… un catálogo de todo tipo de plásticos en todos sus formatos, tamaños y colores que llegan con las olas del gran Océano Atlántico. La reflexión es fácil, si las playas están así, como estará resto del océano… Es muy duro pensar que de una forma directa o indirecta uno ha contribuido a crear este escenario.

No era la primera vez que estaba en Islandia, pero sí que ha sido la que me ha sorprendido más por los contrastes que he podido experimentar. Poder estar durante 7 días pedaleando por en un lugar tan remoto como es el Sandur del Sur de Islandia pero que a la vez está rodeado de una masificación turística que cuesta digerir. En un entorno paisajístico poco habitual con playas y glaciares poco distantes unos de otros, con una fauna increíble, pero con el recuerdo constante de los plásticos sobre la arena de la playa.

Un viaje para disfrutar recordándolo y compartiéndolo pero sin olvidar que no podemos bajar la guardia y que tenemos que cuidar el lugar donde habitamos.

 

Compartir:

Facebook
Twitter
Pinterest
LinkedIn

Relacionado

SEA OTTER EUROPA

Si quieres conocer todos nuestros productos ? Te esperamos en el Stand de Vaude en  la nueva edición de Sea Otter Europa

El Grosse Scheidegg en bicicleta

El Grosse Scheidegg es un puerto de montaña en los Alpes Suizos de  Berna que conecta Grindelwald y Meiringen. La carretera es alpina, estrecha, con

LA MIRADORA ( A3/110MTS )

Para los amantes de la escalada artificial, Osona, en Catalunya, cumple todos sus requisitos. Poca aproximación, paredes verticales, techos, fisuras, fisuras ciegas, chimeneas… kilómetros de