El 2021 se presenta con aires de obertura y uno empieza a liberar las ganas de viajar. En plena preparación de la próxima ruta me ha venido a la cabeza una ruta que aun que ya me queda un poco lejos la recuerdo con mucho cariño. Fue a finales del verano, allá por el 2010. Llegamos de noche a Cluj-Napoca la capital de Transilvania, Rumania. Echando la vista atrás, la ruta se podría resumir en tres partes. La primera y puede que la más bonita consistió en cruzar las Apusei Mountains, un conjuto de montañas no muy altas cubiertas de bosques y prados alpinos.
Recuerdo que lo que más nos sorprendió fue que por más que nos alejáramos de la civilización y aun que la carreteras o pistas forestales empeoraran, cada pocos quilómetros encontrábamos pequeños grupos de casa donde gente vivía de manera casi autónoma, con su pequeño corral, sus pequeñas cosechas, algún aserradero, y casi todas con un caballo para tirar del carro, el vehículo principal para moverse por esos caminos.Adentrarse a las montañas Apuseni fue como un viaje a un pasado rural donde la gente vive asentada en el corazón de la montaña.
Una de las noches que pasamos en la zona fue en Ghetari, un grupo de casas algo dispersas donde en los bajos de lo que parecía una casa particular hacia las funciones de bar y a la vez de local social de la zona. La hospitalidad de un vecino nos permitió plantar la tienda en sus campos ya que al día siguiente queríamos visitar una de las maravillas naturales de Rumania. Ghetari es el punto de acceso a Scărișoara una de las cuevas glacialer más grande de la zona con hielo de hace más de 3500 años. La segunda parte, algo más civilizada y cultural, consistía en adentrarse al altiplano transilvano para llegar a la tercera parte del viaje.
Lo hicimos enlazando las ciudades importantes de la zona como la fortificada Alba-Julia de visita obligada y la bonita e inquietante Sibiu donde parece que las casas te observen continuamente, donde descubrir sus rincones es imprescindible. Para recorrer esta parte de la ruta nos apartamos de las carreteras principales escogiendo las secundarias más tranquilas y acorde con nuestro ritmo. Estas carreteras secundarias, normalmente, a los pocos kilómetros de abandonar las ciudades, perdían el asfalto y se transformaban en carreteras de tierra que le daban un toque más auténtico a la ruta y nos permitía descubrir la vida cotidiana del interior de Rumania.
Unas carreteras ideales para disfrutar de la bici sin grandes desniveles acumulados y paisajes muy agradables con buenos lugares para acampar y pasar la noche. La tercera parte de la ruta fue sin duda la más exigente, afrontar el Transfagarasan Pass, la segunda carretera más alta de Rumania que cruza los Cárpatos para luego adentrarnos en el temible territorio de Vlad Tepes el Empalador, personaje que inspiró la novel·la Dracula. Una subida larga y constante, de aquellas que parece que nunca terminan, con un final de curvas que recuerda los grandes puertos de los Alpes.
El Transfagarasan alcanza los 2000 m pelados y llegar a su cima se merece una recompensa. Solo iniciar la bajada por el lado opuesto nos adentramos en un túnel donde poner a prueba la iluminación de nuestras bicis.Túnel de montaña estrecho, sin iluminación y con algún que otro coche… una vez fuera del túnel toca soltar los pedales y disfrutar de la bajada, 80 km casi todos de bajada hasta Curtea de Arges.
Al día siguiente ponemos destino a Brasov, otras de las ciudades que merece la pena visitar y punto final de nuestra ruta. Al ser una zona más montañosa nos es más difícil buscar rutas alternativas con menos tráfico, pero aun así conseguimos aislarnos en algún tramo con sorpresa incluida con desaparición de carretera incluida pero que valió la pena.
En 2010 nos encontramos una Rumania llena de contrastes, las ciudades con cierto aspecto de decadencia soviética pero empezando a respirar ciertos aires europeos, y al poco de abandonar las ciudades ese mismo contraste se podía ver en la agricultura, un tractor podía trabajar en extensos campos y en el del lado un grupo de personas recogía patatas a mano en un campo igual de extenso para cargarlas en un carro tirado por caballos… el carro tirado por los caballos es una cosa que vimos frecuentemente a lo largo de todo el viaje, un elemento que por entonces parecía muy presente en el día a día del país, hasta tal punto que en las entradas de grandes ciudades se podía ver señales de tráfico que prohibía la entrada de carros con caballos.
¡¡¡Después de haber soltado un poco de melancolía seguiré preparando la ruta de desconfinamiento de este verano…!!! Lo vamos a petar a no ser que llegue otro sunami de Covid-19…. Pero antes aquí os dejo un link con la ruta: https://ca.wikiloc.com/rutes-cicloturisme/transilvania-rumania-1259512