Realizar el rotpunkt a una vía en pared o, incluso, forzar hasta la caída, ya sea repitiendo o abriendo, dota a la escalada de un estilo que poco tiene que ver con el de subir de cualquier manera. El a vista recobra un sentido que, a menudo, haciendo deportiva nos parece casual e incómodo. Cuando te enfrentas a un largo difícil sabiendo que tienes por delante 6 largos más, te invade una sensación muy parecida a la de apostar todos tus bienes a una carta. De repente te sientes creyente, como si algo fuera de ti tuviera que decidir el resultado final de ese acto. Y es que un error de un milímetro podría significar la caída. Repetir un largo en estas circunstancias es poco alentador, y conviene escalar tranquilo, seguro y de buen humor.
El poco equipamiento que tiene esta ruta, el gesto que pide y la calidad de la roca, sin duda la convierten en una joya que invita a felicitar a sus aperturistas.
Las placas taghianas de calidad suprema ponen a prueba la capacidad de autoprotección y el movimiento intuitivo libre. Quizás un juego de tricams hubiera ayudado a proteger secciones, donde depositar toda la confianza sobre una regleta de pocos milímetros te hace pensar en un vuelo poco deseado.
La sección difícil del tercer largo, las placas rojizas de sexto grado y el goce del techo gemelo de la Sol Negro, hacen esta ruta muy interesante y de las mejores del valle. Tanto mi compañero como yo coincidimos en que el largo 7 se lleva el premio. De los mejores que hemos escalado nunca.
Guille Cuadrado